Momentos
Letras de canciones que nos recuerdan momentos vividos, Versos.
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El parque de los sabios
Haikús
Silencio dulce,
cuando tus labios rozan
mi corazón.
Sufrí Bullying
Lucía tenía 14 años y una sonrisa que no se quebraba. En el colegio, algunos compañeros se burlaban de su forma de vestir, de sus rizos rojizos rebeldes, de su voz firme cuando opinaba en clase, de su cara llena de pecas. Le decían cosas crueles, como si las palabras fueran piedras. Pero Lucía tenía algo que ellos no entendían: confianza.
Cada día llegaba al aula con la cabeza en alto, con insultos de sus compañeros que le decían...llego la chica zanahoria por su cabello, o le decían que había tomado sol con un colador y también que las moscas le habían llenado la cara de caca por sus pecas.
Ella no respondía ni con lágrimas. Respondía con excelencia. Participaba, ayudaba, creaba. Su cuaderno era un jardín de ideas, y su mirada, un faro que no se apagaba.
Al principio, las burlas crecían como maleza. Pero Lucía no se detenía. En los recreos, dibujaba. En los actos escolares, recitaba poemas. En los debates, defendía sus ideas con respeto y firmeza. Poco a poco, algo cambió.
Lucia estaba orgullosa de sus pecas, de su cabello rojizo y de sus hoyuelos que se le hacían en sus mejillas cuando sonreía.
Una compañera que antes se reía, le pidió ayuda con una tarea. Otro que la ignoraba, la eligió para un trabajo en grupo. Y así, como quien riega sin esperar, Lucía fue ganando respeto. No porque se hiciera invisible, sino porque brillaba sin pedir permiso.
Un día, el profesor de literatura pidió que alguien leyera un texto frente a todos. Lucía se ofreció. Leyó un poema que hablaba de espejos rotos, de cómo la belleza no está en el reflejo perfecto, sino en las grietas que cuentan historias.
Lucía no cambió para gustarles.
El precio del sueño
Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño
pueblo donde las casas eran humildes y los sueños grandes. Su familia apenas
tenía para comer, pero él siempre miraba al cielo y decía: “Algún día seré millonario”.
Desde pequeño, Mateo se dedicó a estudiar con una pasión que
sorprendía a todos. Mientras otros niños jugaban, él leía libros prestados,
resolvía problemas matemáticos y soñaba con negocios que aún no existían. A los
18 años, se mudó a la ciudad con una mochila llena de ilusiones y una beca
universitaria.
A los 35 años, Mateo logró lo que tanto había deseado: tenía millones en el banco, propiedades en varios países y una empresa que salía en revistas.
Pero una noche, al llegar a su lujoso departamento, se dio
cuenta de que no había nadie esperándolo. Su teléfono no sonaba, su mesa estaba
siempre puesta para uno, y sus recuerdos eran de libros, pantallas y contratos.
Entonces comprendió que había alcanzado su sueño, pero había
perdido el camino. El niño que quería ser millonario lo había logrado… pero a
costa de todo lo que no se puede comprar.
El dinero puede comprar muchas cosas, pero no puede
reemplazar el amor, la amistad ni el tiempo compartido. Perseguir un sueño es
valioso, pero olvidarse de quienes nos rodean en el camino puede convertir el
éxito en soledad. La verdadera riqueza está en equilibrar nuestras metas con
los vínculos que nos hacen humanos.
Anónimo, Versos
Te busqué en cada estrella lejana,
en cada suspiro que cruzó mi ventana.
Aunque el tiempo nos puso distantes,
mi amor por ti fue siempre constante.
Caminé con tu nombre en el pecho,
soñando el momento de nuestro encuentro.
En un sueño apasionado y loco,
Susurrando palabras de amor y deseo.
Y hoy que tus ojos no pueden mirarme,
el universo parece abrazarnos.
No hay distancia que venza el destino,
ni olvido que apague lo divino.
Porque tú y yo, sin importar la espera,
somos dos almas que siempre se encuentran.
Rasguñas las piedras
Detrás de las paredes
Que ayer te han levantado
Te ruego que respires todavía
Apoyo mis espaldas
Y espero que me abraces
Atravesando el muro de mis días
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Hasta mí
Apenas perceptibles
Escucho tus palabras
Se acercan las bandas de rock and roll
Y sacuden un poco
Las paredes gastadas
Y siento las preguntas de tu voz
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Hasta mí
Y si estoy cansado de gritarte
Es que solo quiero despertarte
Y por fin veo tus ojos
Que lloran desde el fondo
Y empiezo a amarte con toda mi piel
Y escarbo hasta abrazarte
Y me sangran las manos
Pero qué libres vamos a crecer
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Y rasguña las piedras
Hasta mí, hasta mí.
Interpretación
Simboliza la lucha extrema y el esfuerzo por romper las barreras que impiden alcanzar la libertad personal.
Sueños de betún
En un barrio olvidado por el tiempo, vivía Tomás, un niño de
mirada profunda y silenciosa. Su infancia no conoció cuentos antes de dormir ni
abrazos de consuelo. En su hogar, los gritos eran más comunes que las risas, y
los golpes más frecuentes que las caricias. Sus padres, atrapados en sus
propias frustraciones, descargaban en él una violencia que nunca mereció.
Una noche, con el corazón latiendo como un tambor de guerra,
Tomás decidió escapar. No sabía a dónde ir, pero sí sabía de dónde quería huir.
Caminó hasta el centro de la ciudad, donde los edificios parecían tocar el
cielo y la gente caminaba con prisa y trajes caros. Allí, con un cepillo, un
trapo y una caja de betún, comenzó a lustrar zapatos.
Al principio, nadie lo notaba. Pero su respeto, su sonrisa
tímida y su dedicación fueron conquistando a los clientes. Día tras día, peso
tras peso, Tomás fue llenando una pequeña lata escondida bajo cartones. No
gastaba en golosinas ni juguetes. Soñaba con algo más grande: estudiar.
Años después, con el mismo empeño con el que sacaba brillo a
los zapatos, Tomás se sentó en un aula. Era aplicado, curioso, incansable. Se
convirtió en uno de los mejores alumnos de medicina. No solo aprendía a curar
cuerpos, sino también a sanar almas
Cuando se recibió, no hubo fiesta ni aplausos familiares,
pero él celebró en silencio, con la dignidad de quien ha vencido al destino.
Abrió su propio consultorio en un barrio humilde. Atendía a
todos por igual: al empresario y al albañil, al anciano y al niño. Su trato era
humano, su escucha sincera. Pronto, su nombre se volvió sinónimo de esperanza.
Un día, con el corazón sereno, volvió a la casa de su
infancia. Tocó la puerta que una vez había cruzado con miedo. Sus padres, ya
envejecidos, lo miraron con una mezcla de vergüenza y asombro. No hubo
reproches. Tomás solo dijo: “Estoy aquí para ayudarlos”.
Les ofreció cuidados, compañía y perdón. Y aunque sus padres
nunca pudieron borrar el pasado, aprendieron que el amor puede florecer incluso
en los terrenos más áridos.
El dolor puede marcarte, pero no define quién eres. El
perdón no borra el pasado, pero libera el futuro. Y cuando el corazón elige la
compasión en lugar del rencor, incluso las heridas más profundas pueden
convertirse en cicatrices de sabiduría.
Dos Almas
ni sentí tu voz al hablar,
pero hay algo en tu esencia
que no deja de brillar.
No hubo abrazos
ni apasionados besos,
pero en cada pensamiento mío
te encuentro sin buscar.
Eres brisa que acaricia
sin tocar la piel jamás,
una llama que no se apaga
aunque no se pueda abrazar.
Lo invisible une,
lo que no se puede explicar,
un lazo tan imposible
como eterno de verdad.
Y aunque el mundo no
comprenda
que se puede amar sin mirar,
yo te llevo en mi alma.
Eres amor, pasión y ternura.
Eres mi ángel guardián.









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